En un país atravesado
por las brechas de la desigualdad, con millones de argentinos carentes de hasta
lo mínimo a veces para vivir, sobreviviendo en basurales, unos pocos
disfrutando de las leyes del mercado y franja social impotente, la trabajadora,
que equivocada o no, se planta en calles para ser escuchada alguna vez, la
educación devaluada y la salud quebrantada, en esta situación desde el gobierno
y los multimedios nos venden triunfalismos como recetas de felicidad y un país
mejor.
Así necesitamos que gane
la selección de futbol o algún otro
triunfo deportivo, una película ganadora o la visita de un músico o grupo
musical de fama para alimentar el triunfalismo que todo argentino lleva dentro.
Recuperamos la
ilusión, ¡que ilusos!
Mi pueblo llora por
pan, pero festeja con vino, cosas de los argentinos que jamás se entenderán.
Despotrican al patrón
porque es bajo su salario pero consumen a diario el vino de la ambición.
Si el vino es alegría
cuanta alegría tendremos, porque a veces no comemos pero el vino cada día, viva
la uva y el trigo los frutos de nuestro suelo, la uva queda en tu casa, el
trigo al extranjero.
Pueblo que vienes de
lejos corriendo con los pies desnudos, deja venir la tristeza que el vino
tienes seguro, pobre la piel, pobre el cuerpo, mas rica tienes el alma, te
emborrachas diariamente aunque no consigas nada.
Mujeres sin ilusión,
hombres que miran a lo lejos, el vino es buen amigo, pero no da buen consejo,
hasta se olvidan de Dios aunque de vino es su sangre, no alimentan su fe por
emborrachar su carne.
Hay un solo pan capaz
de dar la vida, hay un solo vino capaz de redención, aquellos que Jesús en
sacrificio bendijo para nuestra salvación, y levantar la humanidad caída con el
triunfo de su Resurrección.
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