Un clásico de Manuel García Ferré. |
Los que nos maravillamos con la belleza de Blanca nieves o la Cenicienta, la ternura de Mery Popins, la inocencia de Heidi, la audacia de Robin Hood y el arrojo del Príncipe Valiente, gustamos la gracia de los animales que cobraban vida sin perder su identidad, el pato Donald era un pato y punto.
La importancia de los sinónimos que proponían , lo bello y estético representaba al bien, lo feo al mal.
Incluso ciertos superhéroes como Superman o el Hombre Araña, eran tipos comunes como cualquiera de nosotros.
Las lecciones aprendidas a través de Pinocho, Caperucita Roja, anteojito y muchos otros, nos daban idearios de vida honesta y con valores.
¿Porque entonces los dibujos animados de hoy (no todos), obra de la mano y el pensamiento del ser humano ha perdido todo esto y se han transformado en un muestrario de adefesios?
¿Que paso con el buen gusto artístico de los dibujantes?
¿Es que ha cambiado el artista y creativo?
Seguramente no, entonces cuales son los objetivos –siempre hay un objetivo- en esta propuesta deformante de la belleza.
Se me ocurre a mi, que los grandes beneficios que otorga la confusión entre le bien y el mal, el relativismo reinante, tiene mucho que ver en esto.
Los gurises que soñábamos con ser uno de los 3 mosqueteros, no consumíamos “paco”, no estoy seguro que no; las nenas jugando a las muñecas, aprendían a ser mamas y a cuidar hijos, propio de toda mujer.
Ahora, entre pockemon y las barbys han corrompido la mente infantil, llevándola hacia el lado de los intereses del poder económico.
Concepción del Uruguay,Entre Ríos, Argentina
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